Elvira Liceaga encuentra profundidad en lo simple con Las vigilantes – El Occidental

El origen de Las vigilantes, la primera novela de Elvira Licega, fue un taller de escritura autobiográfica, pero la narración de su memoria personal dejó el espacio para dar vida a tres personajes de ficción: Julia, Catalina y Silvia.

“Las protagonistas tienen rasgos de personas que conozco, pero se fueron convirtiendo en personajes a los que escuché para conocer sus propias necesidades, deseos y contradicciones”, detalla en entrevista la también locutora y guionista que entrega un delicado texto sobre la intimidad de tres mujeres; en la trama, una hija se reencuentra con su madre, mientras le enseña a escribir a una adolescente embarazada que vive en un refugio.

“Jarvis Cocker (el escritor y letrista, fundador de la banda británica Pulp) cuando le preguntaron por qué escribía canciones, dijo que es porque le interesa cómo viven la vida las otras personas, cómo es su cotidianidad, eso que no vemos, y a mí me pasa lo mismo, esta novela es una mezcla de lo que observo en la vida cotidiana y cómo imagino que son las protagonistas”.

En lo cotidiano, pocas veces suceden grandes acontecimientos, pero aparecen grandes revelaciones; en el caso de esta novela, acerca de la maternidad, las relaciones entre madre e hija y el ser mujer en la actualidad, “lo pequeño, lo concreto, revela grandes aspectos del pensamiento, o momentos de profundidad”, apunta la autora.

“Me interesa la literatura de lo menor, que durante mucho tiempo fue bastante discriminada, porque no era una épica donde había héroes, esa literatura de lo menor era lo femenino. Y sin embargo, yo encuentro en lo menor las profundidades de la vida. Me interesa como un espacio de grandes revelaciones”.

En ese espacio descubre “los dolores y las heridas”. Afirma que en las letras contemporáneas, “las mujeres estamos reivindicando esa literatura discriminada, porque quienes escribían eran los hombres; yo empecé escribiendo esta novela de manera fragmentaria, con algunos recuerdos, y luego se empezaron a definir los personajes, a revelarse a sí mismas estas tres mujeres que no existen, no las conozco en la vida real, pero me propuse crear una historia que viviera en el lenguaje, de mujeres tan verosímiles como fuera posible, que tuvieran ambivalencias, contradicciones, ternura, coraje, que estuvieran enojadas, y dispuestas a explorarse, cada una en sus propios términos.

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“Sobre todo con Julia, la narradora, en términos de lenguaje, porque es la que intenta escribir y constantemente fracasa en la escritura y Silvia, en términos un poco más de lo sensorial, porque su experiencia tiene que ver más con el cuerpo, con ella me interesaba explorar cuando el lenguaje es insuficiente para expresar la maternidad en sus diferentes formas”.

Toda la narración sucede en la cotidianidad, donde sucede la vida, afirma quien a través de la escritura encuentra precisamente el valor de la existencia. “Me encanta escribir, buscar la palabra más adecuada para poner detrás de otra, el desafío de hacer que un aparato narrativo funcione, una estructura que no se caiga; disfruté muchísimo la escritura de esta novela, incluso cuando fue difícil, la batalla que más gozo es la del lenguaje y luego, claro, quería que estas protagonistas fueran como las mujeres que somos, con contradicciones, con mucha ternura, con mucho amor, pero también indignadas, que a veces perdonan y otras no, que viven con sus heridas, algunas llevándolas bien y otras no, mujeres que piden ayuda a otras mujeres para poder sobrevivir y no temen su vulnerabilidad, sino que la llevan con orgullo”.

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