El domingo 26 de febrero, alrededor de 120 ciudades del país registraron movilizaciones ciudadanas prácticamente simultaneas, bajo el común denominador de oponerse a la reforma electoral que propuso López Obrador. Bajo la consigna de #ElINENoSeToca volvimos a ver una manifestación de oposición y de rechazo a la medida presidencial. El asunto no es menor. En un país polarizado y que la convulsión aumenta día con día, donde una parte idolatra al presidente, otra parte lo aborrece y otra parte aún no decide ni tiene clara su posición frente a esto, la polarización va consumiendo y adelgazando esta franja de alrededor de 20% de los mexicanos que van nutriendo a uno u otro bando.
El rechazo a la reforma electoral obedece en lo general, al enojo por la regresión antidemocrática que pretende hacer López Obrador, devolviéndole al gobierno federal el control de las elecciones, sacrificando la autonomía del INE que tantos años de lucha anteriores costó y que fue un árbitro nunca perfecto, pero que logró credibilidad, legalidad, equidad, certeza e imparcialidad para que los votos de los mexicanos valieran, se contaran y definieran el rumbo político nacional.
El árbitro no debe ayudar a nadie, a ningún partido, a ninguna ideología. Los mexicanos, aunque varias veces nos hemos equivocado al hacerlo, debemos salir a votar y decidir quiénes serán quienes nos gobiernen.
Regresar a tiempos obscuros donde desde los palacios nacional o el de Bucarelli manoseen, alteren o se roben las elecciones a NADIE le sirve, a TODOS nos afecta. Desear que el INE sea títere, comparsa o aliado de AMLO es un severo despropósito, una aberración, un engaño que abusa de la ignorancia de quienes no entienden y han dado su confianza a un presidente que aún no ha sido juzgado por la historia, por las leyes ni por el escrutinio popular.
Las marchas en defensa del INE por todo el país, son dignas de análisis por sus participantes. En ellas, las figuras centrales, los oradores, los activistas que hicieron forma y pusieron cierto orden a los conglomerados, no eran dirigentes de partidos políticos, ni ostentaban cargos de elección popular. El espíritu ciudadano prevaleció y se impuso. Así, quienes acudieron a las marchas en numerosa cuantía, son ciudadanos que rechazan la medida, a quienes les parece riesgosa para el futuro democrático del país, quienes vemos la maldad, la perversidad y la mentira de López Obrador y nos angustia que pretenda proseguir con el autoritarismo, la imposición, el quebranto al estado de derecho y el obtener más poder cueste lo que cueste para su sequito de cómplices, corcholatas y secuaces que lo arropan en el gobierno.
La marcha ha sido capaz de lograr lo que los partidos políticos no habían podido hacer: alentar a la participación social espontanea, decidida, convencida de la causa, que se moviliza sin acarreos, sin premios, sin mayor motivo que el querer lo mejor para México, para nuestras familias y para la sociedad. No es menor la motivación que da el ver como México despierta, como se están activando ciudadanos generalmente apáticos y no involucrados en la política, como la causa llama, une, identifica y crece. La comparación de esta marcha con la anterior convocada por el mismo motivo, alienta, por el crecimiento indiscutible en la convocatoria. Zócalo lleno, plazas públicas llenas en la mayoría de las ciudades capitales, animo festivo, respeto al orden público, fueron destacados hechos que presenciamos. Las consignas de El INE no se toca y fuera López, resonaron y de seguro taladraron el ego, la falsa seguridad y el necio juicio de amlo y los suyos. Seguramente el humor social, el clima de tensión y la creciente polarización ciudadana serán elementos de juicio para los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ante quienes se presentaron decenas de violaciones constitucionales propuestas por morena y que aprobó el Senado, por lo que se espera justicia para restituir y regresar a la legalidad y a la certeza democrática que merecemos los mexicanos.