La nación mexicana es única e indivisible. Tiene una composición pluricultural, regiones con características muy diferentes entre sí y una población dividida en múltiples fracciones. Nuestra sociedad, siempre cambiante, dinámica, evolutiva, progresiva, lucha por preservar su origen, su historia, su riqueza cultural. Se moderniza y enfrenta el reto de no perder la esencia, la identidad y los principios que nos dan pertenencia y orgullo. La mexicaneidad nos incluye a todos entre los dos golfos, el del Pacífico y el de México y desde el Río Bravo hasta el Río Suchiate.
Políticamente nuestro país posee diversos arraigos, identidades, comportamientos y características en el interior de su territorio. Nuestra Constitución nos ha dado certeza, orden y rumbo. La vida en democracia nos ha permitido pasar del fuero miliar al fuero civil, así como elegir a nuestros gobernantes, dejando atrás a la revolución, a sus caudillos, al imperio de la fuerza. Joven aún, nuestra historia como nación independiente aún requiere perfeccionarse, madurar y evolucionar. Los intentos antidemocráticos y autoritarios recientes, alertan y alarman sobre la necesidad de defender lo ya obtenido sin conceder las libertades y el uso legítimo de los derechos sociales que nuestro pueblo disfruta. Hoy México debe seguir creciendo, mejorando cada día más. Ese ideal debiéramos defenderlo y reproducirlo todos, colaborando para que así sea.
De 93,893,660 ciudadanos mexicanos con derecho a votar, hay menos de 8’000,000 que están afiliados a algún partido político. Los partidos no reúnen ni al 8.5% del total electores. Por eso el siguiente movimiento social para engrandecer a la patria debe de consolidar la fortaleza del poder social, por encima del poder de los partidos políticos, muy por encima de los intereses de pocos o de los de un sólo hombre. Los anhelos, las aspiraciones, las metas y los sueños del pueblo de México no están siendo llevadas a la práctica. El ejercicio del gobierno es lejano a la esperanza y al deseo popular. Ahora, dentro de las divisiones políticas de los mexicanos, visualizo a 3 bloques: 1. Los conformes con el actual gobierno y su continuidad; 2. Los que apuestan por un cambio drástico, radical, con ruptura; y 3. Los que pretendemos cambios, rescatando lo que esté bien pero redirigiendo lo que está mal y corregir el rumbo del país.
México a mi juicio necesita cambios. Ganar esa opción en 2024 exige inteligencia colectiva y activación de la fuerza social. Los partidos políticos sufren profundo desgaste, carecen de personajes sólidos, íntegros y bien vistos y además siguen cargando con procesos, actividades y prácticas que la sociedad rechaza. Ser oposición no significa querer quitarle a otro lo que tiene para ponerse uno. Significa querer corregir, mejorar y redireccionar los esfuerzos colectivos hacia otro destino diferente al que se está haciendo por ahora. Lograr cambiar el rumbo del país implica encontrar el común denominador, por encima de los partidos políticos, para que la sociedad se identifique, se involucre, participe y conquiste el derecho a elegir una mejor alternativa: la presentada por la idea colectiva, por la razón de la gente, por los motivos correctos, para darle un rumbo consensado a la nación y poder sentirnos parte de dicho proceso. Es lo correcto, lo útil y lo benéfico para México. Finalmente, en Matemáticas, en política y en la vida, para sumar fracciones diferentes, la tarea es encontrar el común denominador, en lo que coincidimos y en lo que si creemos, para después unirnos y luchar juntos para alcanzarlo. Primero el proyecto de nación que perseguimos. Quien encabece como candidato es tema para después.
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