Con la muerte de su madre, Isabel II, Carlos de Inglaterra, será el nuevo rey del Reino Unido y accederá al trono tras medio siglo como heredero.
Carlos Felipe Arturo Jorge de Windsor, nacido el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham y destinado a reinar desde los tres años, debe decidir antes de su coronación si mantiene el título de Carlos III como monarca, o bien si cambia su nombre, como han hecho cuatro de los últimos seis reyes británicos.
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Carlos, de 73 años, podría renunciar a un nombre vinculado a una de las etapas más turbulentas de la monarquía británica y coronarse como Jorge VII en honor a su abuelo, Jorge VI (1895-1952), que ya renunció al nombre de Alberto con el que fue bautizado.
El primogénito de Isabel II y el duque de Edimburgo ha sido el heredero desde que su madre accedió a la corona, en 1952, y ha pasado ya a la historia como el aspirante que más tiempo ha esperado para convertirse en monarca del Reino Unido y parte de las excolonias de la Mancomunidad Británica de Naciones, la llamada Commonwealth.
Su vida pública ha estado marcada por los años grises que siguieron a su separación en 1992 de Diana de Gales, madre de sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, así como por su relación con Camilla Parker Bowles, con quien contrajo matrimonio en 2005 en una ceremonia civil a la que no acudió la reina.
La duquesa de Cornualles, que en principio será princesa consorte tras la coronación de Carlos, ha superado la impopularidad que mantenía entre los británicos durante los primeros años de relación pública con Carlos, en gran medida gracias al apoyo que Guillermo y Enrique han mostrado a la nueva vida de su padre.
El príncipe impaciente
Anteriormente, Carlos ha indicado que lamentaba la larga espera y, en un vídeo oficial grabado durante una visita a Escocia en 2012, sugirió que la perspectiva de su reinado se estaba reduciendo.
“¿Impaciente? ¿Yo? Qué sugerencia. ¡Pues claro que lo soy! Se me acabará el tiempo pronto. Me habré extinguido, si me descuido”, declaró entonces.
Su biógrafa, Penny Junor, ha señalado que, como contrapartida, convertirse en rey impedirá a Carlos ocuparse de lo que hasta ahora ha llenado su vida, su lucrativa finca del ducado de Cornualles, con la que comercializa productos alimenticios de calidad, y sus diversas organizaciones de beneficencia.
Junto a la determinación de su madre, que a los 21 años prometió servir al Reino Unido y a la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth, excolonias) toda su vida, “corta o larga”, Carlos ha tenido que hacer frente a la mayor popularidad de sus hijos.
Una encuesta hecha en julio de 2013, tras el nacimiento del príncipe Jorge, tercero en la línea de sucesión, indicó que los miembros de la realeza más populares después de la reina eran los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, y el príncipe Enrique.
Se le achaca no querer aceptar las limitaciones actuales del monarca, que es una figura puramente ceremonial, y se ha sabido que ha escrito al Gobierno para intentar influir en asuntos nacionales.
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Muerte de la princesa Diana
La muerte de Diana en 1997, en un accidente de automóvil en París, fue un golpe tanto para sus hijos como para Carlos, que viajó a Francia con las dos hermanas mayores de la princesa para repatriar el cuerpo al Reino Unido.
Carlos se había casado con la princesa en julio de 1981 en la catedral de San Pablo en Londres, en una de las bodas reales más relevantes del siglo XX.
En el día del funeral de Diana, Carlos acompañó a sus dos hijos, de 15 y 12 años en aquel momento, mientras caminaban detrás del féretro en la procesión que llevó hasta la Abadía de Westminster.
Carlos dedica sus jornadas a gestionar las más de veinte organizaciones sin ánimo de lucro que dirige, una intensa actividad que combina con su agenda oficial.
Precisamente, su fundación se ha visto enredada recientemente en varios escándalos de supuesta corrupción, por recibir donaciones millonarias a cambio de facilitar la concesión de títulos.
Carlos, filántropo y humanista
Mientras que Isabel II ha mantenido durante su reinado una extrema prudencia a la hora de expresar sus opiniones personales, Carlos se ha caracterizado en las últimas décadas por su vehemencia en la defensa de las causas humanitarias y medioambientales, así como en la promoción de remedios médicos fuera del circuito científico.
Carlos, siempre reacio a silenciar sus opiniones, ha levantado diversas polémicas a lo largo de los años por sus declaraciones de tono marcadamente honesto, una característica que sus asesores le aconsejan moderar para acercarse a la imparcialidad de su madre.
Últimamente hizo saber su desacuerdo con la política del Gobierno conservador de expulsar a Ruanda a los solicitantes de asilo que entraron de forma ilegal en el país.
El hasta ahora príncipe de Gales ha marcado la diferencia en la familia real británica desde su infancia, cuando a los nueve años se convirtió el primer heredero al trono que acudía al colegio, en lugar de ser educado por tutores privados en el Palacio de Buckingham.
En 1966, Carlos pasó varios meses como estudiante de intercambio en una escuela en Melbourne, Australia, antes de ingresar el año siguiente en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde cursó arqueología y antropología.
Tras licenciarse, pasó un semestre en la Universidad de Aberystwyth aprendiendo galés, antes de tomar posesión en 1970 de su asiento en la Cámara de los Lores y de iniciar en 1971 su entrenamiento como piloto de la Real Fuerza Aérea británica (RAF).
Carlos es un amante de la naturaleza, asiduo a las largas caminatas por los terrenos de Birkhall, su residencia escocesa, y un persistente lector de obras religiosas y filosóficas.
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También ha mostrado interés en el deporte, fue jugador de polo hasta 1990, así como en las artes y la música, que promociona a través de diversas organizaciones caritativas.