Daniel Ortega, el Dictador de Nicaragua -a las cosas hay que llamarlas por su nombre- determinó despojar de su nacionalidad a 94 exiliados y formalizar el destierro de 244 nacionales que están siendo acogidos en Estados Unidos.
La nacionalidad es un derecho humano; es concomitante al individuo ya sea por el ius soli o por el ius sanguinis, y es un elemento esencial que siempre acompaña al hombre, pero eso no importó al dictador Ortega, cualquier opositor, quienquiera que piense diferente se considera enemigo del régimen, es decir, traidor a la patria.
Con esa hipocresía y sorna propia de los gobiernos absolutistas, fue el presidente del Tribunal de Apelaciones de la dictadura Sandinista de Nicaragua, el que emitió la resolución en un procedimiento sumarísimo en el que despojó de su nacionalidad y de sus bienes a 94 exiliados, pretendiendo darle apariencia de legal a una decisión reprobable a todas luces.
El que una persona no esté conforme con las ideas de su gobierno no puede significar la legitimación de éste para perseguirlo y para despojarlo de uno de sus bienes más prístinos como es la nacionalidad que cada uno de nosotros llevamos con orgullo grabada en nuestro corazón.
El Gobierno de España, que es una Monarquía Constitucional, ofreció la nacionalidad no solo a los 94 señalados sino a los 222 presos políticos expulsados a Estados Unidos en un gesto verdaderamente humanista -no como el utópicamente inventado humanismo mexicano– por conmiseración a una situación de apatridia de la cual son víctimas los exiliados y desterrados nicaragüenses cuyo país perteneció tiempo atrás (1821-1823) al Primer Imperio Mexicano.
La tierra de excelsos poetas como Rubén Darío y Ernesto Cardenal, del gran defensor de la soberanía de ese noble territorio centroamericano como fue Augusto Nicolás Calderón Sandino, el inefable líder de la resistencia nicaragüense contra la ocupación extranjera se estremece con el abuso del poder de quien engañó a sus coterráneos con la bandera Sandinista.
En esa tesitura quien será más traidor, ¿aquél que traicionó sus ideales en aras de su ambición de poder desmedida, y se aprovechó de la entrega de los ciudadanos que depositaron alguna vez en él su confianza o aquellos que no estando de acuerdo con vivir en el oprobioso régimen impuesto por la fuerza y no estaban conformes con la pérdida de sus libertades?
Ortega los redujo a la apatridia; los despojó injustamente de su calidad de nicaragüenses amantes de su suelo y sus tradiciones, de sus costumbres y su enorme pasado histórico.
La perversión del Judas Iscariote del pensamiento libertador auténticamente Sandinista fue más allá, pues tiene en cautiverio real e ideológico a los creyentes; los sacerdotes y el Obispo que permanecen presos son otras víctimas propiciatorias de una persecución injusta absolutamente a quienes disienten y aspiran a vivir en un país libre, pleno de libertades y todo para que un dictador siga gozando de las mieles del poder expoliando a sus compatriotas.
Ya solo falta que también a este individuo se le otorgue la condecoración del águila azteca en grado de Collar. Mundo bizarro.